Me levanto por la mañana con mi gato ronroneando cerca de mí, tarareo una canción, que tal vez empieza a sonar en la tv o que de la nada empezó a sonar en mi mente.
Salgo del cuarto me pongo una camisa, no sé si la de él, o alguna que encontré por ahí.
Voy a la cocina (inexplicablemente sin nada en ella) porque no sé cocinar y en vano sería comprar insumos para una comida que no tengo ni la más mínima idea de cómo prepararla.
Saco una botella de yogurt de vainilla francesa de la refrigeradora y lo tomo en una copa mediana. Mientras sacudo mi cabello - me gusta como lo tengo por las mañanas - es una mezcla entre esponjoso y desorden, un caos para las onduladas, pero para mí - que soy lacia - ese extremo de caos me gusta.
Voy a la sala con mi copa de yogurt – al estilo Holly ‘Breakfast at Tiffany’s solo que ella toma leche – yo no.
Tal vez prenda la radio (ya que es casi seguro que no buscaría un disco y lo pondría, buscaría antes en mi lap) si no es en la radio, buscaría esa canción o esas canciones en mi lap rosa, bailaría, saltaría de un lado a otro, con los ojos cerrados mientras me imagino diferentes escenarios, diferentes épocas, diferentes mundos.
Cuando llego al último sorbo del yogurt caigo sobre el sillón y no dejo de sonreír. Prendo la tv y hago zapping, y como siempre puedo soltar un suspiro, un lamento, o una risa. Es mejor aún cuando encuentro varios momentos para suspirar.
No me paro del sillón hasta encontrar algo que ver, luego voy a prepararme una taza de café mientras mi gato ronronea y camina entre mis pies.
Cambio de canal y encontré una pela en blanco y negro, no de las que están dobladas, al contrario las que están subtituladas en letras blancas tan blancas que en algunas escenas no se distinguen las palabras.
Termino de verla, con una lágrima, un suspiro y una risa –esta última de burla, por ser tan sensible a la pantalla – y como siempre busco las citas que me marcaron, las fotos que me harán recordarlo, y las canciones para sentirlo.
Suelto la frase “Hoy es uno de esos días que quiero escuchar …………” – relleno los puntos con el nombre de una banda, la que se acomode a mi estado de ánimo en esos minutos. Le doy play, me tiro al piso mirando al techo y canto, no pienso en nada ni en nadie. O al menos eso espero, después de cinco minutos me doy cuenta que lo hago sin intención.
Después de tan relajante hora, alzo mi mirada y veo a mi gato durmiendo en un sillón, tal vez no entendía de qué se trataba tanta quietud en mí y prefirió dormir.
Regreso a mi cuarto , veo dos globos rosas en la manija de la puerta,, no sabía si él seguía ahí o si alguna vez estuvo, solo escucho silencio. No miro la cama, aún no quería darme cuenta de su ausencia o aún de su presencia, cruzo de frente al baño, y regulo la ducha: dos vueltas y media a la llave roja de agua caliente y una y media vuelta a la llave azul, mientras con la otra mano siento la temperatura perfecta.
Son un par de minutos que necesito sentir la temperatura perfecta del agua antes de coger el shampoo, ese que compré para recordar mi niñez, el de color miel que al apretarlo salen burbujas.
Luego al salir del baño, veo mi cuarto tan humanamente vacio, ¿ya se fue? ¿estuvo aquí? ¿no dejo una nota? ¿estará afuera?, miro alrededor, todos mi desorden está, y también ese ambientador olor a vainilla francesa que no dudo en esparcir, respiro, estoy frescamente feliz. Busco algo que ponerme que este acorde a mi estado de ánimo y que grite mi nombre, me veo al espejo y escribo una frase, que tienen por remitente y destinatario a la misma persona.
Salgo y no hay nadie ¿se canso de esperar? Miro a mi gato como preguntándole ¿estuvo aquí? Me acerco a él acaricio su cuello y el alza la cabeza y cierra los ojos. Le doy un beso en la frente y me voy.
Cojo las llaves, presiono play en el playlist de turno, esas canciones me acompañaran mientras camino, no para pensar, me gusta salir a caminar sin pensar en nada, pero a veces pienso en alguien ¿me estará pensando? ¿se topará con algo hoy que le haga recordar mi nombre? ¿dirá mi nombre en voz alta o en voz baja?
Ahora suena esa canción que empecé a cantar y me hizo olvidar en qué estaba pensando antes de escucharla.
Sigo caminando…
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